miércoles, marzo 08, 2006

(DES)ESPERA(NZA)

Luego de escuchar detenidamente los ruidos del mundo, extrañado de tanto silencio, me levante de mi escritorio y asome mi cabeza por la ventana. Al ver a los 7 millones de niños con hambre, pidiendo un pedazo de pan, me volví a sentar tranquilo... Nada había cambiado.

jueves, marzo 02, 2006

El Ultimo Tango

Tranquilamente sentado en la silla observo como se acerca caminando grácilmente con la bandeja. Recorro su cuerpo de una mirada, mientas adivino sus formas tras la delgada bata blanca. Me mira y me sonríe al descubrirme absorto en su caminar. Sorpresivamente me levanto y, tomándola de las manos, la llevo en el tango que comienza a sonar. Marta, extasiada, se deja llevar por mis manos y la música, sonriéndome dulcemente. La gente se deleita al vernos bailar, recorriendo a largos pasos la habitación. Antes de que acabe la canción, la dejo caer de espaldas sosteniéndola con el brazo y lentamente me acerco para besarla. Cierro los ojos y en ese justo momento se para junto a mi cama y deja la bandeja en el velador.

--Buenos días Don Juan, es hora de sus remedios--

Me dice mientras me acomoda para tomar mis medicinas.

Llega a sorprender lo lento de el paso del tiempo en el hospital. Los cuatro meses que llevo hospitalizado han pasado como si fueran años. Los días, llegan a ser mas largos que semanas. Los tonos de las paredes, con los que se confunden desde las enfermeras hasta los equipos del hospital, no ayudan mucho a distraer la mente. Mas bien pareciera ser que el invierno se tomo cada uno de los rincones, pero sin decidirse a traer nieve ni frío, sino tan solo dejando una tediosa claridad que no se decide a ser blanca.

Uno de los pocos placeres que se me permiten es la música. Mis hijos, en un ultimo gesto de bondad, me dejaron con algunos de mis discos, por lo que paso mis tardes recostado en una cama de hospital sin poder moverme y apenas logrando hablar, pero nunca faltan tangos ni tonadas que acompañen mi sopor.
Nunca me quisieron decir que me sucedía, culpaban a un antiguo accidente vascular que yo sabia ya inofensivo, pero creí en que seria algo pasajero. Hoy, luego de cuatro meses y un avance vertiginoso de una enfermedad que desconozco, me doy cuenta que no fue así. Si tan solo conociera el nombre de lo que me postra. Se que no habría gran diferencia, pero al menos sabría a quien maldecir.

En un principio recorría dificultosamente los pasillos del hospital, mientras conversaba con cada uno de los empleados que me topaba. Es así como todos sabían que en las tardes era Don Juan el que tocaba las ventanillas para saludar afectuosamente. Pero con el paso de las semanas se me hizo cada vez mas difícil levantarme, ante lo que tome la decisión de un día no hacer mi recorrido de costumbre y quedarme descansando. Los días que siguieron, viendo que seguía el mismo cansancio, decidí alargar el descanso hasta una semana. No fue hasta que estuve un mes sin caminar cuando acepte que en realidad ya no podía hacerlo. La sola idea de bajar de la cama me agotaba profundamente.

Una vez ya tomados los remedios correspondientes, Marta comienza con su habitual informe de las mañanas. Esta costumbre comenzó cuando le pedí que me leyera los titulares de los diarios en las mañanas, ya en ese entonces no me sentía capaz de cambiar las hojas del pesado diario. Además me agradaba la idea de captar la atención de Marta por mas de 15 minutos seguidos, era el único minuto en que podía decir que la tenia exclusivamente para mi. Hoy en día, que con suerte logro concentrar mi atención en ella, todavía continua informándome de lo que sucede en un mundo que cada vez me parece más lejano.

En días de otoño especialmente soleados como este, los colores rojizos que reflejan los árboles invaden tímidamente el tedioso blanco de mi cuarto. Luego de sentarme en mi cama y admirar las tonalidades de las hojas decido que ya es demasiado el tiempo que llevo recostado sin caminar, por lo que con un especial esfuerzo logro levantarme, y ayudado por mi bastón, comienzo mi cotidiano recorrido. Que alegría en las caras de las enfermeras al observarme caminar otra vez. Como siempre, toqué en todas las ventanillas para saludar a cada uno de los empleados. Para mi sorpresa, no había cambiado ninguno desde la ultima vez que realicé este recorrido, por lo que disfrute como nunca de este paseo. De repente noto que Marta viene caminando por el pasillo, más radiante que nunca. La miro, sonrío, y ella me sonríe de vuelta. Es así que conversando con ella note que no me había puesto zapatos al levantarme. Avergonzado y pidiendo disculpas me encamine a mi habitación a paso ligero para vestirme apropiadamente. No siempre tengo la oportunidad de almorzar con Marta, así que estaba dispuesto a poner todo de mi parte por hacer que este día fuera especial.
Al llegar a mi habitación, no encontré los zapatos en su lugar acostumbrado, al pie de mi cama, por lo que tuve que agacharme a buscarlos debajo de esta. Una vez pegado al piso, note que tampoco estaban ahí. Cuando comenzaba a preguntarme que seria de estos, entro Marta a la habitación, y con un grito de asombro llamo la atención de los enfermeros que estaban en el pasillo.

-- Don Juan! En que estaba pensando--

Me dijo mientras me recogían los enfermeros y me acostaban nuevamente. Y yo, como queriendo explicarle, balbucee algo así como zapatos.

Luego de la caída mi estado empeoro drásticamente. Debido a los constantes dolores decidieron administrarme bajas dosis de Morfina. Ahora, sumado a mi postración, debo aguantar esta somnolencia difusa que llena mis lapsus de semilucidez. Ya nada es como antes. Ni siquiera de poner atención en Marta. Cuando viene percibo parcialmente el color del delantal y sus característicos pasos apurados, pero no soy capaz de notar su color y su brillo. El paso del tiempo ha perdido su monotonía y ahora solo existe en destellos de lucidez que me hacen notar ciertas diferencias de luminosidad. Sin ser capaz de recordar cuanto tiempo ha pasado desde la caída, decido que ya es hora de que esto acabe, que ya no puedo seguir así.
Cierro los ojos y me levanto para marcharme. Sin siquiera despedirme me dirijo a la puerta de salida, mientras veo a Marta dirigirse a mi cama con los ojos llenos de lagrimas. Nunca pensé que se entristecería cuando yo me decidiera a partir.
Recorriendo con la mirada por ultima vez lo que fue mi hogar los últimos meses, fijo la atención en el bulto que cubren en una de las habitaciones.
Sonriendo, me alejo caminando libre de la pesadez de mis viejas articulaciones, admirando cada uno de los rincones de las calles que otra vez, al son de un tango, vuelvo a recorrer.

domingo, febrero 12, 2006

DIOS HA MUERTO

“Dios ha muerto” proclaman los diareros a vivas voces en las esquinas de la ciudad, se declara duelo nacional por tres días, casi tantos como el día en que murió el periodismo (que debe estar revolcándose en la tumba viendo el despilfarro de su herencia).Dios ha muerto y tañen las campanas de todas las iglesias del mundo.Los católicos rezan en los templos mientras los judíos oran por el alma de Dios. Los evangélicos cantan su tragedia y hasta los luteranos han puesto una imagen de el en su recuerdo. El budismo manda meditación profunda hasta que alguien devele el nuevo sentido del existir y los musulmanes peregrinan hacia la meca llorando y jurando venganza. Los ateos celebran (o siguen su vida) mientras los agnósticos buscan de quien afirmarse ahora.Se dice que hay fiesta en el infierno, con entrada liberada (que es así desde hace un par de siglos) y bar abierto; mientras se anuncia una candidatura de Gabriel para el trono celestial (aunque corren los rumores de que no será apoyado por los carreristas).Dios ha muerto y yo camino por las calles, las mismas de ayer y antes que eso. Quienes lo amaron lloran desconsoladamente y quienes lo odiaron celebran mientras evitan pensar en el vacío de su existencia sin quien atacar, ya encontraran a quien.Dios ha muerto y es el hombre quien queda. Magnánimo creador de todo lo comprable, OH hombre se postran a tus pies.Pero si ha muerto donde esta el cadáver. Los servicios de inteligencia de todo el mundo lo buscan para adjudicarse el trofeo antes de que se descomponga el cuerpo.El hombre afirma que Dios ha muerto pero es él quien muere. Se ve a si mismo como Dios, y en una alucinación de grandeza dice verlo morir siendo que es espectador de su propia muerte.Donde esta el Dios muerto si el único que huele a podrido es el hombre, carcomido por sus propios gusanos. No lo vemos por que la rigidez post mortem ya afecto nuestro músculo de la inteligencia.
“El hombre ha muerto” deberían decir los diarios y es Dios quien llora por la perdida.El asesino tomo el puñal y mientras se abalanzaba amenazante gritó– “Cogito”Luego de limpiar el puñal en la humanidad, el hombre agonizante alcanzo a escuchar– “ Ergo sum”Así fue como murió, pero una especie nueva lo reemplazo, una nueva forma de intelecto, un ser maravillosamente racional, la razón encarnada en cuerpo. Y este ser tomo como herencia la obra del antiguo hombre y en aras de la modernidad busco la perfección de sus obras. Las midió y las peso, cortando apéndices de amor y extirpando el cáncer del sentimiento (la cirugía de este nuevo hombre es maravillosa ya que tiene casi erradicados estos males).Ahora yo, cadáver mutilado, despojo de lo que fue un día el hombre, camino por las calles, las mismas de ayer y antes que eso; observando sin comprender, producto de mi limitada racionalidad, los caminos de esta nueva especie.Dios ha muerto proclaman los que se llaman hombres; pero el y yo sabemos que no es así.